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25 de febrero de 2013

El amanecer del nefi (Kramer)



Desperté tumbado en un sofá con un terrible dolor de cabeza y con una sola luz en toda la sala que me quemaba los ojos. Me llevó un par de segundos acomodar mis pensamientos y descubrir dónde estaba. Se veía como mi apartamento, pero no lo era.
 “Bien hecho, Kramer. Lo has jodido por completo. Atacar cazadores no era parte del plan”, me dijo mi conciencia y poco a poco recordé lo que había ocurrido: mi espionaje a Savy, su alimentación hematófaga, la pelea con los cazadores, el balazo...
Para mi sorpresa, no sólo respiraba, sino que además mi hombro herido estaba sanado y vendado, mis piernas y brazos amarrados y mis manos atadas. Sogas y nudos dignos de un marinero rodeaban mi cuerpo de pies a cabeza como si fueran a empalarme y cocinarme al spiedo. Sólo me faltaba la jodida manzana en la boca. Quien había tenido la amabilidad de asistirme, supo también tomar precauciones. Lo único que pedía era que también tuviera la cortesía de darme un cigarrillo y de dejarme ir al baño.
Giré la cabeza y reconocí a Savannah, la bella y mortal morena, sentada frente a la mesa del comedor, inclinada sobre un libro en plena concentración. Su holgada camiseta dejaba escapar por el escote una interesante porción de sus enormes pechos que me resultó de lo más apetecible, pero me sentía demasiado mal como para estar pensando en eso. Lo bueno era que ya sabía dónde estaba: sobre mi propio apartamento. Había sido salvado por mis “simpáticas” y misteriosas vecinas. Eso sí era un golpe bajo para mi ego.
Tomé aire despacio y me aclaré la garganta.
–Ejem… ¿Por casualidad tienes un cigarrillo? –dije y Savannah saltó de la silla.
Me miró con sus ojos claros bien abiertos y cerró el libro.
–Estás vivo… –murmuró poniéndose de pie.
–Sí, y necesito ir al baño. ¿Podrías desat…?
–¡Bell, ya despertó! –exclamó interrumpiendo e ignorando mis palabras, y enseguida apareció su compañera.
La pelirroja se detuvo ante mí, ostentado su atrevida ropa de entrecasa, y me examinó con los ojos.
–¡Huh! Tenías razón, Savy, sobrevivió –dijo.
–Te lo dije. Me debes diez libras, sisar –sonrió Savannah y extendió su mano esperando recibir su premio.
Perversas oportunistas… ¿Habían apostado sobre mi vida?
–Kramer, ese era tu nombre, ¿cierto? –continuó Bell–. ¿Por que te metiste en la pelea?
–Pensé que necesitaban ayuda.
–Pensaste mal. Sabemos defendernos solas –me lanzó con cara de muy pocos amigos y se cruzó de brazos.
–Eso ya lo noté.

Por un segundo me sentí intimidado. Tanto el porte de Bell como el de Savannah eran imponentes, tengo que admitirlo, sobre todo desde mi horizontalidad, la cual me regalaba una bella vista en contrapicado.
–Por hacerte el héroe casi te matan –agregó Savannah, y tal vez fue por mi pésimo estado pero me pareció percibir cierta alarma en su voz.
–No sería la primera vez. –Intenté moverme, pero todo mi cuerpo se rebelaba. Estaba dolorido, hambriento y además, muy bien amarrado.
Bell sonrió de modo malicioso y acomodó las ataduras para evitar cualquier intento de mi parte por liberarme.
–¿Qué tal los nudos? –me preguntó.
–No están mal, pero, sabes… La mayoría de las veces que me veo en situaciones de este estilo, no suelo llevar puesto los pantalones.
–Pervertido –escuché murmurar a Savannah y tras eso Bell se inclinó sobre mí, levantó un poco el vendaje de mi hombro y le echó un vistazo a mi herida.
Su cabello rozó mi piel, haciéndome temblar, y pude sentir su perfume muy cerca. Era delicioso, al igual que la energía que ambas emanaban. En ese preciso momento era una mezcla de ansiedad, preocupación e incluso miedo que se sentía poderosa, y yo no sólo la deseaba, la necesitaba.
Aspiré hondo y ahhh… Deliciosa energía residual. Es como un tentempié antes de la cena, siempre lo dije. Pero a diferencia de la energía residual humana, la de ellas era más intensa y poderosa, y en ese momento yo la podía sentir, estaba allí por doquier, y la absorbí como pude. No me devolvió las fuerzas por completo ni sació mi apetito, pero al menos me ayudó a mantenerme consciente y disminuir un poco el dolor, como una aspirina de efecto instantáneo.
Bell notó que mi rostro recuperó un poco de color y se irguió ante mí.
–Bien, Kramer, te quitamos la bala y parece que sanas rápido –me dijo–. La herida ya está cerrada. Aunque dormiste un día entero, ¿sabes?
Culpa de la estúpida sal. Si no hubiese devorado a ese cazador unos segundos antes de recibir el balazo, probablemente estaría muerto. Gracias a Dios (o al Diablo) por la sangre de cazador, elixir de vida y fuente de juventud eterna. ¡Amén!
–Debemos tener cuidado. Esta ciudad está llena de locos –le susurró la morena a su compañera.
–No son locos, son cazadores –le aclaré–, y atacan todo lo que perciben como no-humano, incluyéndolas a ustedes.
Se tensaron un poco al notar mi certeza. Durante la pelea, los tres nos habíamos puesto en evidencia sin miramientos, pero yo aún no sabía qué clase de criaturas estaba tratando.
–¿Y qué hay de ti? Hemos visto sangre negra antes, pero nunca como la tuya –agregó Savannah.
–Ni yo ojos resplandecientes como los suyos.
–¿Qué eres? –inquirió Bell con su “simpático” tono.
–Eso mismo iba a preguntarles.
–Yo lo hice primero.
–Pero yo soy un caballero y le cedo mi turno a las damas.
Y otra vez me lanzó una de sus miradas asesinas.
–Eres un idiota.
–Sí, también. Y ahora este idiota tiene que ir al baño. Así que, desátenme, ¿sí? –dije con mi tono más agradable posible y mi mirada más encantadora.
No funcionó.Se negaron rotundamente.
Era evidente que mis capacidades persuasivas no funcionaban en ellas.
–Aún no sabemos si eres peligroso. Tendrás que ir atado –agregó Bell firmemente. No estaba dispuesta a cambiar de opinión.
¡Joder! Me salvaban la vida pero me trataban como rehén. Eso me resultaba absurdo.
–Mira… Humm… Bell, ¿cierto? –dije, imitando su tono–. Si no estuviese tan débil, ya habría destrozado tus preciosos nudos, pero realmente necesito ir al baño y comer algo, y si no me desatan rápido, mi apetito lo hará. Y créeme, eso sí puede ser peligroso.
–Tal vez tenga razón, sisar –le susurró Savannah–. ¿Viste cómo le devoró el cuello a ese tipo? Es una especie de hiena o algo así.
–No soy hiena, mujer. Sólo me gusta la carne –confesé.
–¡¿Humana?!
–Sobre todo la humana.
–¡Puaj! ¿Qué eres? ¿Un vampiro caníbal?
–El término correcto es “antropófago”. Un caníbal es el que se alimenta de su misma especie, sea perro, gato o humano; un antropófago es el que come humanos.
–Sí, sí… Ahórrate la clase –dijo Bell.
–Y ustedes no son humanas, por lo tanto pueden estar tranquilas –continué–. Devorarlas no está en mis planes… por ahora –añadí guiñándole un ojo.
Mala idea.
–¡Olvídalo! No te soltaremos –exclamó Savannah–. De hecho, creo que deberíamos atarte más, ¿no, sisar?
–Sí, trae las sogas –agregó su “sisar” y comenzó a reforzar los nudos mientras la morena corría hacia el dormitorio.
–Oye, no… Espera. ¡Desátame!
–No lo haré hasta que hables.
Warte mal! Gottverdammt! –chillé y me sacudí como un gusano atrapado en un capullo.
–¡Ah! ¿Eres alemán? Eso ya es un dato.
–¡Espera! Estoy de su lado. ¿Qué tengo que hacer para que me crean?
–Podrías empezar diciéndonos qué clase de criatura eres.
–No voy a atacarlas –insistí–. Intenté ayudarlas en esa pelea, ¿lo recuerdas? Y recibí un balazo por ello.
–Y al final nosotras terminamos salvándote el culo a ti.
–Sí, lo sé y les agradezco. Pero por favor, desátame antes de que me mee los pantalones.
–¡Fuchi! ¡Qué asqueroso! –dijo Savy al regresar a la sala cargando más sogas.
–Si arruinas el sofá, lo pagas –me amenazó Bell.
–No voy a hacerlo… ¡si me dejan ir al baño! –clamé–. ¿Por favor?
Puse mi mejor cara de chucho malherido buscando algo de compasión. Si no podía persuadirlas ni influirlas para nada, tenía que recurrir a métodos más convencionales. Me miraron unos segundos en silencio y luego entre ellas, como si se comunicaran por telepatía.
Realmente había algo muy peculiar en ambas, y el hecho de no poder descubrirlo me estaba empezando a joder demasiado.
–Bien, de acuerdo –dijo finalmente Bell–, pero sólo los pies para que camines hasta el baño.
–Deberíamos atarle la boca también, no sea cosa que intente mordernos en el camino –añadió Savy con un brillo desquiciado en los ojos.
–Pequeña psicópata, ¡no le des ideas! –gruñí y ella rió. Había una gran perversidad escondida en esa supuesta carita de ángel que comenzaba a aterrarme y a gustarme mucho.
–¡Ya, silencio! –interrumpió Bell–. Sólo voy a aflojarte un poco los pies. Supongo que podrás sostenértela con las manos atadas.
–Sí, pero ahora que lo mencionas, no me vendría mal un poco de ayuda, ¿sabes?
Volví a cometer el mismo error de sonreirle y guiñarle un ojo, pues su ceño se frunció de modo brusco y su mirada me fulminó por tercera vez.
–Ahora por chistoso, te mearás encima –afirmó y de un violento tirón ajustó más todavía el nudo que antes había aflojado.
Nein! Scheisse! Era una broma… Ufff… Qué poco sentido del humor –bufé.
Vaya carácter el que tenían ambas.
–Creo que también necesita una ducha. Huele fatal –añadió Savannah haciendo un gesto de asco.
Bell se paró firmemente ante mí y cruzó sus brazos para luego decir:
–Humm… ¿Qué dices si lo desnudamos y lo echamos en la tina?
–Eso me gustaría –declaré entusiasmado–. Incluye baño de esponja, ¿cierto?
–No, incluye agua congelada para que se te enfríen las ideas.
–¡Mejor lo desnudamos y lo echamos a la calle! –añadió Savy riendo.
–Es otra opción, sí –murmuró Bell.
–Me quedo con la primera, gracias –mascullé–. Pero se me ocurre que…
–¡Cállate! Tenemos que decidir qué hacer contigo.
Se dirigieron a un rincón de la sala, cerca de la cocina, para cotillear entre ellas. Mientras tanto, y  antes de que me dieran su veredicto, yo logré sostener uno de los extremos de la estúpida soga entre mis manos, junté las pocas fuerzas que tenía y la convertí en cenizas como si encendiera la mecha de una dinamita, sólo que no hubo explosión.
¡Libre al fin!
Me puse de pie y me sacudí las cenizas de encima.
–¡Rayos! ¡Se soltó! –chilló Bell.
–Sí, y no las estoy mordiendo, ¿sorprendidas? –le dije. Y al instante ambas adoptaron una posición defensiva, esperando mi ataque.
–Ustedes están paranoicas –murmuré entornando los ojos en pose relajada. Definitivamente lo estaban, pero supuse que no podía culparlas.
–¿Cómo hiciste eso? –inquirió Savannah.
–Tengo un tacto algo… especial.
–¿Todo este tiempo pudiste haberte liberado? ¡Eres un embustero!
–Lo sé, pero la situación me resultaba de lo más entretenida. Ahora, si me lo permiten, voy al baño –y eso hice a toda prisa.
Unos minutos después, me estaba lavando la cara. Mi camiseta también estaba sucia y rasgada en el hombro. Ellas debieron haberla cortado para curarme. Me la quité e hice lo mismo con el vendaje.
–Otro bonito souvenir –me dije al ver la cicatriz del balazo. Tomé un poco de distancia para observar en el espejo las otras marcas que “embellecían” mi torso, brazos e incluso mi espalda-. Bienvenida al club.
Tomé mi camiseta rota y en cuanto salí del cuarto de baño, me topé con la hoja de una katana rozándome el cuello. Bell sostenía la afilada y mortal arma con la firmeza y el pulso de un cirujano mientras me clavaban una mirada de lo más amenazante.
–Será mejor que nos digas de una vez qué rayos eres o tu cabeza amanecerá en la punta de Big Ben. –Sonó muy decidida. Y como si fuera poco, a mis espaldas sentí una daga apuntando directo a mi pobre hígado.
–Habla de una vez –añadió Savy detrás de mí. El calor de su aliento golpeó mi nuca y tengo que admitir que se sentía muy bien, si quitamos el hecho de que estaba a punto de apuñalarme.
Mis adorables vecinas y rescatistas eran más peligrosas de lo que había imaginado. ¿Qué podía hacer? No estaba seguro, y en mi cabeza sonó una voz de concursos de televisión: “Adivine la respuesta correcta. ¿Qué debe hacer el nefi en esta oportunidad? Opción uno: zafarse de las filosas armas en un veloz y preciso movimiento. Opción dos: quitarles las armas e invertir los papeles. Opción tres: decir la verdad”.
¡Mierda! Ni que fuera “Elige tu propia aventura” (si no lo conocen, me avergüenzo de ustedes). He salido aireoso de situaciones mucho peores.
Alcé mis brazos en signo de paz y tomé aire despacio.
–Bien, ustedes ganan –dije–. Soy un semidemonio conocido como “nefilim”.
–¿Nefilim? –repitió Bell alzando una ceja.
–Sí, mitad humano, mitad demonio... Tengo una doble naturaleza, la cual me hace rápido, ágil, fuerte y prácticamente invulnerable. ¿Contentas? –Sonreí, pero ellas mantuvieron sus posiciones.
–¿Y qué hay de eso que hiciste con la soga? ¿La quemaste o qué?
–Es una de mis habilidades especiales, destruir todo lo que toco.
–¿Semidemonio, dijiste? ¿Y comes personas? –inquirió Savy cerca de mi oído mientras presionaba su daga contra mi piel.
–No siempre. También me gusta la pizza. –Giré mi cabeza para mirarla a los ojos, pero mi vista se clavó en sus labios, los cuales estaban a una distancia algo… humm… peligrosa.
–¡No te hagas el chistoso y responde! –dijo Bell, empujando mi rostro con su katana para que volviera mi atención a ella.
Estaba a merced de dos mujeres candentes y mortales, algo que jamás imaginé que me sucedería al llegar a esta estúpida ciudad.
–En realidad me alimento de energía –continué–, pero algunas veces no puedo evitar saborear sangre, carne o un buen corazón humano.
–¡Eres un asesino! –gritó Savy, presionando más su daga, a punto de cortar mi piel con la punta.
–Si lo pones de ese modo… Sí, lo soy. Pero tenemos los mismos enemigos: cazadores. Ellos son los verdaderos asesinos que atacan y masacran sin importarles nada.
–¿Y quiénes son esos cazadores?
–Son simples humanos, pero algunos tienen una gran habilidad para detectar criaturas como nosotros. Suelen estar muy bien entrenados y armados, pero los que las atacaron eran simples principiantes, de lo contrario, no estarían ahora aquí.
–¿Cómo estás tan seguro? –dijo Bell entornando los ojos bajo una intensa sospecha.
–Porque llevo cinco siglos lidiando con ellos –confesé con tono serio y certero por primera vez–. Son liderados por la familia Vidal y tiene un ejército de fanáticos a su disposición. Hace más de cien años, ellos y mi gente firmamos una tregua y al parecer hoy está siendo violada. Por eso estoy aquí en Londres, para investigarlos.
–Entonces eres un espía –añadió Savannah.
–Algo así. Y las órdenes fueron pasar inadvertido, algo que no hice al involucrarme con ustedes –declaré algo molesto. Asumo mis errores, sí, pero lo que hice con ellas fue una verdadera cagada–. Ahora, ¿van a bajar esas armas y decirme qué son ustedes y qué están haciendo en este nido de cazadores?
–No es asunto tuyo –gruñó Bell.
–Lo es desde el momento en que fueron atacadas. Esos tipos iban a matarnos, a ustedes y a mí, y los conozco lo suficiente para asegurarles que en estos momentos toda la maldita ciudad está plagada de ellos, clamando por nuestras cabezas.
–Tenemos nuestros propios problemas como para sumarnos los tuyos. Además, sabemos cuidarnos muy bien solas –respondió Savannah, sin embargo, sentí que ya no presionaba tanto su daga sobre mí.
–De eso no me cabe ninguna duda –le dije-, pero les guste o no, ahora estamos los tres metidos en esto, y si quieren sobrevivir, tendrán que aceptar mi ayuda.
No sé por qué, pero tuve la impresión de que no iba a ser fácil convencerlas.

4 personas no pudieron evitar espiarnos y decir::

Unknown dijo...

Bien bien bien, así que no murió el nefi...

Estuvo genial, aunque debieron tirarte en bolas a la calle jajjajajja

Espero lo proximo (ya me acostumbre a esta fluides de publicación por lo tanto... NO DEMOREN! :D )

Laune Finster dijo...

Lo presientes porque no sera fácil convencerlas jajajajajajajajjja
Genial¡¡¡ Más¡¡¡¡¡¡¡

Yajaira Pérez :) dijo...

Lindo, lindo, gracioso y sangriento.... tres cosas importantes!

Debo decir que adoro el caracter de Bell, la verdad es que hubiera sido interesante ver como te duchaban!! Jajajaajaa...

Quiero leer mas!!!
Saludos nefi n_n

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que intratables las chicas. Y con quien las ayudó.

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